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EXCELENTÍSIMO Señor: Costumbre fue de la antigüedad, y muy especialmente de los egipcios, adorar sus deidades debajo de diferentes jeroglíficos y formas varias; y así a Dios solían representar en un círculo, como lo escribe Pierio Valeriano: Aegyptii Deum ex hieroglyphico circuli intelligebant, por ser símbolo de lo infinito. Otras veces, en el que llamaban Eneph, por quien entendían al Criador del Universo, como refiere el que añadió jeroglíficos a las obras del dicho autor: Per Eneph, quem pro Deo colebant aegyptii, ipsum totius mundi, atque universitatis creatorem, opificemque, pulcherrimo hieroglyphico ostendebant. No porque juzgasen que la Deidad, siendo infinita, pudiera estrecharse a la figura y término de cuantidad limitada; sino porque, como eran cosas que carecían de toda forma visible, y por consiguiente, imposibles de mostrarse a los ojos de los hombres (los cuales, por la mayor parte, sólo tienen por empleo de la voluntad el que es objeto de los ojos), fue necesario buscarles jeroglíficos, que por similitud,p. 356 ya que no por perfecta imagen, las representasen. Y esto hicieron no sólo con las deidades, pero con todas las cosas invisibles, cuales eran los días, meses y semanas, etc., y también con las de quienes era la copia difícil o no muy agradable, como la de los elementos, entendiendo por Vulcano el Fuego, por Juno el Aire, por Neptuno el Agua y por Vesta la Tierra, y así de todo lo demás.
Hiciéronlo no sólo por atraer a los hombres al culto divino con más agradables atractivos, sino también por reverencia de las deidades, por no vulgarizar sus misterios a la gente común e ignorante. Decoro de mejores luces, que aprobó el Real Profeta: Aperiam in parabolis os meum, in aenigmate antiqua loquar. Y de nuestro Redentor dice el sagrado cronista San Mateo, en el cap. 13: Haec omnia loquutus est Iesus in parabolis ad turbas, et sine parabolis non loquebatur eis; sin otros innumerables ejemplos, de que están llenas las divinas y humanas letras. Y por la misma razón de reverencia y respeto, vemos que aquéllas no se permiten en vulgar, porque el mucho trato no menoscabe la veneración. Nimia familiaritas contemptum parit, dijo Cicerón.
Y siendo las ilustres proezas y hazañas que en V. Exa. admira el Mundo, tan grandes que no es capaz el entendimiento de comprenderlas ni la pluma de expresarlas, no habrá sido fuera de razón el buscar ideas y jeroglíficos que simbólicamente representen algunas de las innumerables prerrogativas que resplandecen en V. Exa., así por la clara real estirpe que le ennoblece, como por los más ínclitos blasones personales que le adornan. Pues aunque la nobleza heredada sea tan apreciable, que de ella dice el Sabio: Gloria hominis ex honore patris sui, y en otra parte: Gloria filiorum patres eorum; con todo, en sentencia de Séneca, es mérito ajeno: Qui genus iactat suum, aliena laudat; y con su acostumbrada suavidad Ovidio:
Non census magnus, nec clarum nomen avorum: sed probitas magnos, ingeniumque facit;
y con no menor majestad Plutarco, in Agathocl.: Regem nasci nihil magnum est, at regno dignum se praestitisse p. 357 maximum est; y sobre todos, el luminar mayor de la Iglesia, el Máximo Doctor y gran Padre mío, San Jerónimo, dice definiendo la verdadera nobleza: Nobilitas est clarum esse virtutibus: unde ille apud Deum maior est, qui iustior; non contra.
Pero en V. Exa. se han dado las manos tan amigablemente los timbres heredados y los esplendores adquiridos, que forman una sola íntegra y perfectísima nobleza, desempeñándose recíprocamente los unos a los otros, pues ni su real sangre pudiera producir menos virtud, ni sus claras virtudes podían tener menor origen, constituyendo a V. Exa. en tan sumo grado, que no es capaz de admitir más, porque se verifique aquello de Séneca: Quidquid ad summum pervenit, incremento non reliquit locum. Pero donde no queda para la grandeza, piensa hallarlo el perdón, que esta Metrópoli pide obsequiosa a V. Exa., como al Cielo su vida, que dure a par de sus blasones.
HA SIDO el lucimiento de los arcos triunfales erigidos en obsequio de los señores virreyes que han entrado a gobernar este nobilísimo reino, desvelo de las más bien cortadas plumas de sus lucidos ingenios; porque según Plutarco, praeclara gesta praeclaris indigent orationibus; según lo cual, la mía estaba bastantemente excusada de tan alto asunto y tan desigual a mi insuficiencia, cuando el mismo Cicerón, padre de las elocuencias, temía tanto la censura de los lectores, que juzgaba todos los extremos en ellos peligrosos, buscando la mediocridad: Quod scribimus, nec docti nec indocti legant: alteri enim nihil intelligunt: alteri plus forsan, quam de nobis nos ipsi. Causas que me hubieran motivado a excusarme de tanto empeño, a no haber intervenido insinuación que mi rendimiento venera con fuerza p. 358 de mandato, o mandato que vino con halagos de insinuación; gustando el Venerable Cabildo de obrar a imitación de Dios, con instrumentos flacos, porque como juzgaba su magnificencia corta la demostración de su amor para obsequio de tanto príncipe, le pareció que era, para pedir y conseguir perdones, más apta la blandura inculta de una mujer que la elocuencia de tantas y tan doctas plumas: industria que usó el Capitán Joab en el perdón de Absalón con la ofendida Majestad de David, conseguido por medio de la Tecuites, no porque juzgase más eficaces los mentidos sollozos de una mujer no conocida, ignorante y pobre, que su autoridad, elocuencia y valimiento, sino porque el rayo de la ira real incitada a los recuerdos del delito, no hiciera operación en el sujeto flaco, pues éste siempre busca resistencias para ejecutar sus estragos: Feriuntque summos fulgura montes. Y que la confianza fuese en la piedad a que movería el sujeto y no en la fuerza de los argumentos, se conoce del mismo sagrado texto, que confesó ella misma no ser suyas aquellas palabras: Per salutem animae tuae, Domine mi Rex, nec ad sinistram, nec ad dexteram, est ex omnibus his quae locutus est Dominus meus Rex: servus enim tuus Ioab, ipse praecepit mihi, et ipse posuit in os ancillae tuae omnia verba haec.
Por esta razón, pues, o por otra que no debe mi curiosidad inculcar, me vide necesitada a ejecutar el mandato, como el Eolo virgiliano (Aeneid. 1): Mihi iussa capessere fas est. Y ya dispuesta la voluntad a obedecer, quiso el discurso no salir del método tan aprobado de elegir idea en que delinear las proezas del héroe que se celebra, o ya porque entre las sombras de lo fingido campean más las luces de lo verdadero (pues, como dijo Quinto Curcio, etiam ex mendacio intelligitur veritas); o ya porque sea decoro copiar del reflejo, como en un cristal, las perfecciones que son inaccesibles en el original: respeto que se hace guardar el Sol, monarca de las luces, no permitiéndose a la vista; o ya porque en la comparación resaltan más las perfecciones que se copian: Omnia sine comparatione parum grate laudantur, dijo Plinio; o ya porque la Naturaleza, con las cosas muy grandes, se ha como un diestro artífice, que para sacar p. 359 la obra a todas luces perfecta, forma primero diversos modelos y ejemplares en que enmendar y pulir lo que no fuere tan perfecto, porque después la obra tenga todas circunstancias de consumada: y así ninguna cosa vemos muy insigne (aun en las sagradas letras) a quien no hayan precedido diversas figuras que como en dibujo la representen.
Esta, pues, tan decorosa invención me obligó a discurrir entre los héroes que celebra la antigüedad, las proezas que más combinación tuviesen con las claras virtudes del Excelentísimo Señor Marqués de la Laguna. Y aunque no perdonó el cuidado del más notorio al más recóndito, no hallé cosa que aun en asomos se asimilase a sus incomparables prendas; y así, le fue preciso al discurso dar ensanchas en lo fabuloso a lo que no se hallaba en lo ejecutado; pues parece que la Naturaleza, como falta de fuerzas y suficiencia, no se atrevió a ejecutar, ni aun en sombras, lo que después a esmeros de la Providencia salió a lucir al mundo en su perfectísimo original; y así dejó que el pensamiento formase una idea en que delinearlo; porque a lo que no cabía en los límites naturales, se le diese toda la latitud de lo imaginado, en cuya inmensa capacidad aun se estrechan las glorias de tan heroico príncipe.
Y aunque esta manera de escribir está tan aprobada con el uso, no quiero dejar de decir que en las divinas letras tiene también su género de apoyo el uso de las metáforas y apólogos, pues en el Libro de los Jueces, cap. 9, se lee: Ierunt ligna, ut ungerent super se regem: dixeruntque olivae: Impera nobis; y prosigue introduciendo los árboles, que consultan políticamente el gobierno de la montaña. Y en el Libro 4 de los Reyes, cap. 14, dice: Carduus Libani misit ad cedrum, quae est in Libano, dicens: Da filiam tuam filio meo uxorem. Transieruntque bestiae saltus, quae sunt in Libano, et conculcaverunt carduum. Demás, que las fábulas tienen las más su fundamento en sucesos verdaderos; y los que llamó dioses la gentilidad, fueron realmente príncipes excelentes, a quienes por sus raras virtudes atribuyeron divinidad, o por haber sido inventores de las cosas, como lo dice Plinio: Inventores rerum dii habiti sunt;p. 360 y Servio dijo que sus virtudes los habían elevado del ser de hombres a la grandeza de deidades: Vocamus divos, qui ex hominibus fiunt. Y este poder y grandeza de la virtud, lo vemos en lo sagrado: Ego dixi: dii estis.
Razones que me movieron a delinear algo de las siniguales virtudes de nuestro Príncipe, en el dios Neptuno, en el cual parece que no acaso, sino con particular esmero, quiso la erudita antigüedad hacer un dibujo de Su Excelencia tan verdadero como lo dirán las concordancias de sus hazañas. Fue este heroico príncipe hijo de Saturno y hermano de Júpiter, el cual, por suerte o por mayoría, fue Rey del Cielo, quedando a Neptuno todo el Imperio de las Aguas, Islas y Estrechos, como lo refiere Natal: Hic cum Iovis socius, et adiutor fuisset in bellis post Saturnum e regno depulsum, iactis sortibus de totius mundi imperio, mare, et omnes insulas, quae in mari existunt, tenere cum imperio sortitus est Neptunus.
Fue madre suya la diosa Opis o Cibeles, la cual es lo mismo que Isis, por representar estos dos nombres la Tierra, a la cual llamaron Magna Mater, y creyeron ser madre de todos los dioses, y aun de las fieras, como la llamaron Laercio:
Quare Magna Deum Mater, Materque ferarum,
y Silio Itálico en el libro 6:
At grandaeva Deum praenoscens omnia Mater.
Lo mismo significa Isis en sentir de Natal: Io modo Luna dicta est, modo credita est Terra; y más adelante: Fabulantur, Ionem in vaccam mutatam fuisse, animal fertilitatis terrae studiosum, cuius omnis industria sit in colendis agris ob ubertatem ipsius terrae. En honra suya se celebraban juegos circenses (como lo refiere Plutarco), a quienes llamaban Neptunalia, pues se hacían en honra de Neptuno, dios de los Consejos. San Cipriano, Epist. 103: Neptuno quasi consilii deo circenses. Estaban sus aras debajo de la tierra, no sólo para denotar que el consejo para ser provechoso ha de ser secreto (Servio, 8 Aeneid. Qui ideo templum sub tecto in circo p. 361 habet, ut ostendatur, tectum consilium esse debere,) sino para dar a entender que también honraban con silencioso recato a Neptuno en el supuesto de Harpócrates, dios grande del silencio, como lo llamó San Agustín, lib. 18, cap. 5. Civit. Dei; y Policiano, cap. 83 de sus Misceláneas, advirtiendo que al que los egipcios daban la apelación de Harpócrates, era el dios que veneraban los griegos con el nombre de Sigalión. Cartario, in Miner., pág. 250: Aegyptii silentii deum inter praecipua sua numina sunt venerati, cum Harpocratem vocaverunt, quem graeci Sigalionem dicunt.
La razón de haber los antiguos venerado a Neptuno por dios del Silencio, confieso no haberla visto en autor alguno de los pocos que yo he manejado; pero si se permite a mi conjetura, dijera que por ser dios de las Aguas, cuyos hijos los peces son mudos, como los llamó Horacio:
O mutis quoque piscibus donatura cycni, si libeat, sonum.
Por lo cual a Pitágoras, por ser maestro del silencio, le figuraron en un pez, porque sólo él es mudo entre todos los animales; y así era proverbio antiguo: pisce taciturnior, a los que mucho callaban; y los egipcios, según Pierio, lo pusieron por símbolo del silencio; y Claudiano dice que Radamanto convertía a los locuaces en peces, porque con eterno silencio compensasen lo que habían errado hablando:
Qui iusto plus esse loquax, arcanaque suevit prodere, piscosas fertur victurus in undas: ut nimiam pensent aeterna silentia vocem.
Y siendo Neptuno rey de tan silenciosos vasallos, con mucha razón lo adoraron por dios del Silencio y del Consejo.
Pero volviendo a nuestro propósito, digo que esta Isis tan celebrada fue aquella reina de Egipto, a quien Diódoro Sículo con tanta razón elogia desde los primeros renglones de su Historia; la cual fue la norma de la sabiduría gitana. Un libro entero escribió Plutarco p. 362 de este asunto; Pierio Valeriano muchos capítulos; Platón muchos elogios, el cual en el lib. 2 de Legib., tratando de la música de los egipcios, dijo: Ferunt, antiquissimos illos apud eos concentus Isidis esse poemata. Tiraquelio (Leg. 11 Connub., n. 30) la puso en el docto catálogo de las mujeres sabias. Y fuelo en sumo grado, pues fue la inventora de las letras de los egipcios, si se ha de dar crédito a los versos antiguos que afirma Pedro Crinito haber hallado y leído en la Biblioteca Septimana, uno de los cuales dice así:
Isis arte non minore protulit aegyptias.
Fue también la que halló el trigo, y modo de su beneficio para el sustento de los hombres, que antes era sólo bellotas; y diolo en las bodas de Jasio, hijo de Corito, cuando casó con Tila. Inventó también el lino, como lo da a entender Ovidio:
Nunc dea linigera colitur celeberrima turba.
Finalmente, tuvo no sólo todas las partes de sabia, sino de la misma sabiduría, que se ideó en ella. Pues siendo Neptuno hijo suyo, claro está que no le corría menos obligación: pues el nacer de padres sabios, no tanto es mérito para serlo, cuanto obligación para procurarlo; para no degenerar, ni desmentir misteriosos dogmas de los platónicos. En cuyo sentir, Horacio, Carmin. 4, Od. 4:
...Nec imbellem feroces progenerant aquilae columbam.
Y siendo de ordinario las costumbres maternas norma y ejemplar por donde compone las suyas, no sólo lo tierno de la infancia, sino lo robusto de la juventud, mal se percibirán en ellos las prendas de que nunca se adornaron. Juvenal, Satyr. 6:
Scilicet expectas, ut tradat mater honestos, aut alios mores, quam quos habet.
p. 363 Pero nuestro Neptuno desempeñó muy bien su origen con los soberanos y altos créditos de su saber; lo cual se conoce claramente del acierto de sus acciones. Y aun en la manera de sus sacrificios: sacrificaban a Neptuno con particularidad el toro. Virgilio, 2 Aeneid.:
Laocoon, ductus Neptuno sorte sacerdos, solemnes taurum ingentem mactabat ad aras;
y en otra parte:
Taurum Neptuno, taurum tibi, pulcher Apollo;
Estacio:
Caeruleum regem tauro veneratur;
Silio Itálico, lib. 15:
...Statuunt aras, cadit ardua taurus, victima Neptuno.
Sabido es ser el toro símbolo del trabajo, como se ve en Pierio, lib. 3. Pues como los gentiles, para hacer sus sacrificios, observaban tener atención a cuáles eran las cosas de que cada dios más se agradaba, y de aquélla hacían su víctima, así a Neptuno sacrificaron el toro; fundados, quizá, en que cuando contendió con Vulcano y Minerva por la primacía de las artificiosas obras de sus manos, formó el toro. Luciano, in Hermotim.: Minerva domum excogitavit, Vulcanus hominem, Neptunus taurum fecit.
Bien pudo ser ésta la razón; pero yo juzgo ser otra y muy diferente. Es Neptuno hijo de la misma sabiduría, ya se ha visto, pues queda probado ser hijo de aquella diosa errante, que con el nombre de Io, corrió las distancias de todo el mundo y aportando a Egipto fue allí adorada en la figura y apariencia de una vaca, como elegantemente lo describe Ovidio, Epist. 14, Hipermnestra ad Linceum:
Scilicet ex illo Iunonia permanet ira Quo bos ex homine est, ex bove facta dea;
p. 364 y Lactancio Firmiano, lib. I De falsa Religione, cap. 15: Summa veneratione coluerunt aegyptii Isim. Y aun pasó este culto a los romanos, como dijo Lucano, lib. 18, hablando con el Nilo:
Nos in templa tuam romana accepimus Isim.
Y que fuese en figura de vaca, dícelo con otros autores, Natal, lib. 6 Mytholog., cap. 13. Ovidio, lib. 3 Arte amandi:
Visite thuricremas vaccae Memphitidos aras.
Por eso le fueron las vacas a Isis agradable sacrificio. Herodoto, lib. 2, escribió: Boves foeminas maxime fuisse sacras Isidi apud aegyptios. Porque siendo Isis la sabiduría, no pudieran hacerle mayor cortejo que sacrificarle la misma sabiduría en su símbolo, que era la vaca, en que a ella la idearon. De aquí infiero, que era ésta imagen del Océano y de Neptuno, que (como dice Cartario) eran muy parecidos en los retratos: Imagines Neptuni, atque Oceani non multum inter se erant dissimiles; y con razón, pues indicaban una misma cosa, aunque por referirse a diversas propiedades, tenían variadas las apelaciones: fue lo mismo pintarle en la semejanza de un toro, que delinear a Neptuno como sabio. Eurípides, in Oreste:
...Oceanus quem tauriceps ulnis se flectens ambit terram.
Pues si la sabiduría se representaba en una vaca, los hombres sabios se idearon en un toro. Bolduc, de Oggio, lib. 3, cap. 4: Tauro viri sapientes, vacca autem eorum sapientia repraesentabantur. De donde se conoce que no por ser hechura suya, sino por ser símbolo de la sabiduría, sacrificaron a Neptuno el toro. Con esto queda entendido Plutarco, que en el libro De profectu virtutis, escribe: Philosophum Stilponem somniavisse, vidisse se Neptunum expostulantem secum, quod non bovem ipsi immolasse. Y luego añade: ut mos erat sacerdotibus.p. 365 ¿Era Estilpón filósofo? ¿Profesaba ciencias? Pues con razón se le queja Neptuno de que siendo sabio no le sacrifique la sabiduría al padre de ella en su símbolo; pues conociéndolo, no había sabio que con la agradable víctima del toro no le sacrificase cuanto había alcanzado de las ciencias: ut mos erat sacerdotibus. Habían reconocido que agradaba tanto la sabiduría a Neptuno, que aun los más ínfimos criados suyos, como Tritón (de quien dice Ovidio, lib. I Methamor.:
Caeruleum Tritona vocat, conchaeque sonanti inspirare iubet),
eran doctos, eran sabios, más por la vigilancia de Neptuno, que los industriaba, que por su propia aplicación. El mismo Tritón (14 Argonaut. Apollon.):
...Etenim me pater scientem ponti fecit Neptunus huius esse.
Otros muchos apoyos pudiera traer en prueba de la sabiduría de Neptuno, a no pedir la presente obra más brevedad que erudición, y parecerme que con esto basta para legitimar su filiación: pues siendo Neptuno tan sabio, no pudiera tener otra madre que a Isis, ni ésta otro hijo más parecido que Neptuno; pues, como dice Theognis, poeta griego:
Non etenim e squilla rosa nascitur, aut hyacinthus: Sed neque ab ancilla filius ingenuus.
Y los antiguos atenienses estaban en la tutela de Neptuno y Minerva, a quienes reverenciaban por dioses de la Sabiduría, tallando en una parte de sus monedas la cabeza de Minerva y en otra el tridente de Neptuno; como Cartario, in Minerv. pág. 259, equivocando con Minerva a Isis, a quien los autores antiguos han nombrado con grandísima diversidad: Apuleyo la llama Rea, Venus, Diana, Belona, Ceres, Juno, Proserpina, Hécate y Ramnusia. Diódoro Sículo dice que Isis es la que llamaron Luna, Juno y Ceres; Macrobio afirma no ser sino la Tierra, o la naturaleza de las cosas.
p. 366Pero entre tanta diversidad de opiniones, no será difícil de averiguar quién sea esta tan repetidas veces mencionada Isis, valiéndonos de lo que acertadamente escribió Jacobo Bolduc en su singular tratado de Oggio Christiano, lib. 2, cap. 1, y presuponiendo haber dado los antiguos a la sabiduría diversas apelaciones, originadas todas de haber algunos fingido, para dar autoridad a su doctrina, algunas diosas asistentes suyas, a cuya dirección decían deber lo que de las ciencias alcanzaban, como fue la Egeria de Numa, la Urania de Avito, la Eunoía de Simón Mago: así dieron también nombre de diosa a la sabiduría de los que fueron eminentes en ella. De donde trae el origen Semeles, nombre con que significaron la doctrina de Sem, hijo de Noé, y el primero que después del Diluvio tuvo escuela pública, donde se profesaron las ciencias.
En los cuales principios fundado el referido Bolduc, pasa a investigar el origen que pudo tener esta palabra Isis; y en el citado lugar, después de bien fundados discursos, dice: A Misrain, et Heber primis aegyptiorum doctoribus, illustrissimisque viris divina sapientia, seu de religione doctrina, ex duplicato nomine hebraeo Is, quod est Vir, Isis videtur appellata. Conque de Misraim y Heber, primeros fundadores de Egipto y principales autores de las ciencias, tuvo la sabiduría esta nomenclación de Isis, entre los varios nombres que le dieron los antiguos; como ella misma dijo de sí en boca de Afranio, in Cella:
Usus me genuit, mater peperit memoria, Sophiam vocant me graeci, vos Sapientiam.>
Pero este nombre de Isis no fue de Sabiduría como quiera, sino de la de Heber y de Misraim, como el mismo Bolduc explicó, cap. 5: Ita ut vacca, quae Isidem, seu divinam sapientiam significat, duorum virorum, qui primi post diluvium fuerunt in Aegypto chiliarchi, nempe Misrain, et Heber, aliquibus notis distingueretur ab illa, quae postea fuit. Declarando bastantemente ser lo mismo Misraim que Isis, cuando ésta representaba sólo a la sabiduría.
p. 367Con lo cual me parece haber probado bastantemente que Neptuno, así por herencia como por propia y personal ciencia, fue sabio. Y como de esta prenda en los príncipes dependan todas las demás, pues dice el Filósofo: Ubi praeses fuerit philosophus, ibi civitas est felix, me he detenido más en su prueba, no sólo porque, según la conexión de las virtudes, es prueba el tener una, de tenerlas todas, como lo dijo con elegancia Lucio Floro: Virtutes sibi invicem sunt connexae: ut, qui unam habuerit, omnes habeat; sino porque la sabiduría es la más principal, como raíz y fuente de donde emanan todas las otras; y más en un príncipe, que tanto la necesita para la dirección del gobierno, pues pudiera muy bien la república sufrir que el príncipe no fuera liberal, no fuera piadoso, no fuera fuerte, no fuera noble, y sólo no se puede suplir que no sea sabio; porque la sabiduría, y no el oro, es quien corona a los príncipes. Demás, que nuestro Neptuno tuvo estas y muchas más virtudes en excelente grado como adelante se verá.
Fue por extremo valeroso y magnánimo, como se conoce en haber sido el primero que para el uso de la guerra redujo a sujeción la ferocidad del caballo, como lo dice Cartario; por lo cual dice que fue llamado Ecuestre; y cita a Diódoro, diciendo: Diodorus Siculus scribit, Neptunum primum omnium equos domuisse, artemque equitandi docuisse; hincque factum esse, ut Equestris appellaretur. Y trata en este lugar muy a lo largo de cómo por esta causa le celebraban los romanos los juegos circenses; y cómo era adorado con el nombre de Conso (como ya queda dicho arriba); y dice cómo en Roma había dos banderas en tiempo de guerra, una purpúrea de la infantería y otra cerúlea para los de a caballo: porque éste es el color del mar, cuyo rey es Neptuno, en cuya tutela estaba la caballería.
Inventó también el arte de la navegación, para conducir por el mar sus armadas, como lo dice Natal con la autoridad de Pausanias, Mythol. lib. 2, fol. 163: Memoria prodidit Pausanias, in Arcadicis Neptunum primum equitandi artem invenisse, quod etiam Pamphi antiquissimi hymnographi testimonio comprobatur, qui Neptunum equorum, rostratarumque, et turritarum naviump. 368 largitorem vocavit; y cita a Sófocles para comprobarlo; y también estos versos:
Munus magni daemonis dicere gloriam maximam equis, pullis, mari bene imperitantem. O fili Saturni! tu enim ipsum in hanc ducis gloriam rex Neptune equis moderans fraeno.
Lo mismo se infiere del himno de Homero, tan repetido de todos los mitológicos, donde dice ser estas dos sus principales ocupaciones:
Bina tibi superi, Neptune, munera donant: flectere equos, regere et naves quae caerulea sulcant.
Tuvo varios nombres en los antiguos por diversos acontecimientos, como refiere el mismo Natal y otros autores; de los cuales referiré algunos, como son: Tenarius, Phitalmus, Heliconius Temenius, Onchestus Speculator, Natalius, Hippocurius, Crenesius, Gaeonchus, Domatitis, Pater Rex Aegeus, Taraxipus; Cartario lo llamaComes, Equestris, Terriquassator, Consus, Harpocrates y otros muchos que dejo por evitar prolijidad.
Éranle dedicados los edificios, por haber edificado los muros de Troya, como se dirá adelante, y lo afirma Cartario, fol. 173, tratando de las cosas que a cada dios dedicaban los antiguos: Sciendum est, apud veteres urbium portas Iunoni, arces Minervae, moenia atque fundamenta Neptuno fuisse sacra.
Ya me parece está acabado el trasunto de nuestro héroe; y aunque iluminado de tan regios colores y formado de tan divinas líneas, ¿quién duda que distará mucho de la perfección de su original? Pero como quiera que es preciso cotejarlo, veamos la similitud que se halla entre los dos para que se honren estos colores mitológicos de haber, con sus simbólicas líneas, figurado tanto príncipe. Lo primero, es nuestro heroico Marqués, hijo de Saturno, el más poderoso de los dioses y padre de todos; así lo dice Virgilio: Primus ab aetherio venit Saturnus Olympo.p. 369 Lo mismo sienten los griegos, y Natal dice haberlo dicho la Sibila Eritrea:
Primus mortales inter Saturnus, at olim regnavit.
¿Qué otra cosa es ser hijo de Saturno, que ser hijo de la real estirpe de España, de quien descienden tantos reyes que son deidades de la tierra? Es también Su Excelencia hijo de Isis, esto es, de la sabiduría del Señor Rey Don Alonso, el Sabio por antonomasia, llamado así por la excelencia de sus estudios, especialmente matemáticos; Misraim español, a cuyos compases parece que obedecía el curso de las estrellas. Expresólo con elegancia el Apolo andaluz Don Luis de Góngora, en una octava que empieza:
Aquel Alonso, digo, coronado de honores más que esta montaña estrellas, nunca bastantemente celebrado, aunque igualmente venerado de ellas.
Concordando aun en este género de estudio con los egipcios: pues ellos fueron los primeros que observaron los movimientos de los cuerpos celestes y enseñaron al mundo la astrología.
Es también Su Excelencia hermano de Júpiter, Rey del Cielo, esto es, del Señor Duque de Medina Coeli, a quien por suerte cupo este estado de cielo; con razón llamado Júpiter, pues el nombre de éste se dijo a iuvando, como dice Marciano Capella: Et nos a iuvando Iovem dicimus. ¿Qué más ayuda, que un Valido Alcides que alivia al Monarca español del peso de la Esfera de tan dilatado gobierno?
Cupo a Neptuno en suerte el mar (como ya queda dicho), con todas las islas y estrechos. ¿Qué otra cosa fue esto, que ser Su Excelencia Marqués de la Laguna, General del Mar Océano, con todos los ejércitos y costas de Andalucía?
¿Ni qué otra cosa fue ser titular de los edificios, y llamado Comes, que ser Conde de Paredes?
p. 370Inventó el arte de andar a caballo Neptuno, o crió a este gallardo bruto, según Virgilio, Georg., lib. 1:
... Cui prima frementem fudit equum magno tellus percussatridente.
Y dice Andrés Alciato, 72, que Marchio, o Marqués, es vocablo céltico que significa el Capitán o Prefecto de los caballeros; porque según el uso de aquella región, se llama el caballo Marchia; y los franceses dicen marchar por andar a caballo; y aun entre nuestros españoles está ya muy recibido, especialmente en la milicia. En Francia e Italia, en tiempo de los longobardos, significó Marqués lo propio que caballerizo del rey, aunque después se les dio jurisdicción propia. Y dejando aparte otras etimologías del nombre de Marqués, como que vengan de Mare, dicción latina, o de Marchgraph, palabra tudesca, por no hacer a mi propósito y haber tantos autores que tratan de esto, donde los podrá ver el curioso, ya hemos visto que ser Marqués no es otra cosa que ser Prefecto y Señor de la caballería y del arte de andar a caballo, como lo fue Neptuno.
Y aun parece que porque no le faltase circunstancia de dominio sobre este generoso bruto, quiso el Cielo, no sin especial providencia, dar al Señor Infante Don Fernando de la Cerda, hijo del señor Rey Don Alonso el Sabio y de la Señora Reina Doña Violante, y esclarecido ascendiente de nuestro Príncipe, aquella prodigiosa señal de la Cerda (como refiere el Padre Mariana y otros cronistas), de donde tuvo origen este gloriosísimo apellido, poniéndole Dios aquella señal, como marcándole con ella por señor de toda la caballería: título que por tantos motivos puede obtener nuestro glorioso héroe.
Ya también queda probado ser las vacas como divisa y empresa de Isis, por las razones dichas; y no menos lo son de nuestro Príncipe, pues son armas del gran Estado de Fox, en Francia, de cuya nobilísima casa desciende por línea paterna. Y así dice Haro en su Nobiliario, que cuando murió el señor Mosén Bernardo de Bearne, primer Conde de Medina Celi, que casó con p. 371 la Señora Doña Isabel de la Cerda, Señora del Puerto de Santa María, pusieron sobre su sepulcro las dos vacas, armas de su gloriosa casa.
Ya también queda probado ser lo mismo Neptuno que Conso, y que éste se dijo a consilio, vel consiliis; y no cualquier consejo, sino Consejo de Guerra, como se colige de las palabras de Cartario: Plutarchus refert cuiusdam dei aram conditam sub terra in circo invenerat, eique deo indidit nomen Conso, sive a consilio, quod consiliarius foret: quare ad eius aram aditus numquam patefiebat, praeterquam ludorum circensium diebus; quod affecit, ut Neptunus idem ac Consus crederetur. Y siendo estos juegos de tanto peligro y para ejercitar las fuerzas para la campaña, ya se ve que sería el consejo de guerra. El modo con que se jugaban, era poniéndose a la ribera del río, y de la otra parte ponían espadas desnudas. Así lo dice Servio, comentando a Virgilio en el verso Centum quadriiugos agitabo ad flumina currus: Olim enim in littore fluminis circenses agitabantur: in altero latere positis gladiis, ut ab utraque parte esset ignaviae praesens periculum. Unde et Circenses dicti sunt, quia exhibeantur in circuitu ensibus positis. En los cuales tenían sumo peligro los que jugaban, como dice Virgilio, que era más un combate sangriento, que no fiesta pacífica, diciendo:
Iamque humiles,iamque elati sublime videntur aera per vacuum ferri, atque assurgere in auras. Nec mora, nec requies: at fulvae nimbus arenae tollitur: humescunt spumis, flatuque sequentum. Tantus amor laudum, tantae est victoria curae.
Porque no faltase ni aun este título de Consejero de Guerra a Neptuno.
Y no sé qué mayor pueda ser la conexión; pues hasta en los clarísimos apellidos de Su Excelencia se hallan significaciones marítimas, cuales son: Porto Carrero y Ribera; y en su ilustre nombre de Tomás, que es lo mismo que Dydimus, vel Gemellus, se halla la unión p. 372 con su Excelentísimo hermano, semejante a la que tuvo Neptuno con Júpiter, que parecían de un parto, pues partiendo tantos y tan poderosos imperios, no se lee que tuviesen la menor discordia; cuando la ambición de reinar no ha guardado jamás fueros a la sangre, ni ha admitido compañía en el dominio; por lo cual dijo Aristóteles: Non est bonum pluralitas principantium. Y sólo en la conformidad de estos hermanos se halló: porque el amor los hacía ser uno solo, como significa su nombre Gemellus.
Finalmente tuvo Neptuno, en lugar de cetro, el tridente, con que regía las aguas, de quien dice Cartario que significaba los tres senos del Mediterráneo o las tres cualidades del agua: Alii (dice) ad triplicem aquarum naturam referunt: fontium enim sunt dulces, marina salsa, quae autem in lacubus continentur, non sunt amarae illae quidem, sed gustatui sunt ingratae. Pero Ascencio, comentando a Virgilio, dice que significaba el tridente la potestad de Neptuno: Ut significetur triplex Neptuni potestas; sicut fulmen trisulcum triplicem Iovis potestatem; et cerberus triceps Plutonis indicat. Lo mismo representa el bastón en los señores virreyes, en que se cifra la civil, criminal y marcial potestad, a que corresponden los títulos de Virrey y Gobernador, Capitán General, y Presidente de la Real Audiencia, que Su Excelencia obtiene, y goce por largos siglos.
Ideóse con estos fundamentos el Arco Triunfal que erigió a su feliz entrada el obsequio de esta Santa Iglesia Metropolitana, en una de las puertas de su magnífico templo, que mira a la parte occidental, en el costado derecho, por donde se sale a la plaza del Marqués; desahogando en lenguas de los pinceles sus bien nacidos afectos; y adornando con tan hermosa máquina la puerta que prevenía a tanta dicha: manifestando en ella los cordiales regocijos con que recibía a su pacífico Neptuno, que después de tantos marciales trofeos, viene a enriquecernos de políticas felicidades, y a que le veamos, como dijo Góngora:
en lauro vuelto el tridente, los rayos en resplandores.
p. 373
Erigióse en treinta varas de altura la hermosa fábrica, a quien en geométrica proporción correspondían diez y seis de latitud, feneciendo su primorosa estructura en punta diagonal. Compúsose de tres cuerpos, en que estaban por su longitud repartidas tres calles, en que (quedando libre la capacidad de la portada) se formaban tres tableros.
El primer cuerpo fue de obra corintia, fundamentada sobre diez pedestales, que se manifestaban por sus resaltos con sus intercolumnios; las columnas fingían ser de finísimo jaspe, y el zoclo, corona, cornisa y collarín, de bronce, con seis tarjas de lo mismo; sobre que se asentaban seis columnas de fingido jaspe, revestidas en el tercio de máscaras de bronce, con su plinto, basa y capitel; el arquitrabe, triglifos y collarín de lo mismo; frisos y dentellones de jaspe; cornisa, paflón y volada de bronce.
El segundo cuerpo fue de orden compósito, con diez columnas de jaspe, revestidas en el tercio de laurel y variedad de joyas de bronce, con sus basas sobre la sotabanca de jaspe; collarín, molduras, capiteles, triglifos, friso, cornisa y volada de jaspe.
El tercero cuerpo se compuso de obra dórica, en que se veían seis bichas pérsicas, cuerpo de bronce y pierna de jaspe, coronado de capitel compósito y corintio; paflón y arquitrabe de bronce, y friso de jaspe; dos frontis en línea diagonal, y en medio, el escudo de las armas de Su Excelencia; a los lados, las entrecalles con dos motilos o arbotantes de bronce y jaspe; arquitrabe, friso y cornisa de lo mismo, con sus frontispicios y cercha de los remates.
La calle de en medio volaba a paflón en el primero cuerpo, hundiendo los dos con tres resaltos. En el segundo con dos resaltos y cercha. En el tercero, igual por coronación de los dos, adornando la arquitectura seis figuras brutescas que, distribuídas en todas, las dos sustentaban en bandas de varios colores el tarjón de su inscripción, y las otras cuatro asentadas sobre el paflón y banca de los cuerpos.
En cuya montea se dio lugar a los ocho tableros, en que se copiaron las empresas y virtudes del dios Neptuno;p. 374 ideándose en ellas algunos de los innumerables elogios, que así por su real ascendencia, como por sus altas proezas e incomparables prendas, se ha merecido el Excelentísimo Señor Marqués de la Laguna; ostentando el Arco en los colores, en lo perfecto de las líneas, en los resplandores del oro que lo pulía a rayos, no ser menos que fábrica consagrada a tanto príncipe; llevándose sus inscripciones la atención de los entendidos, como sus colores los ojos de los vulgares; y el cordial amor y respeto de todos, los dos retratos de Sus Excelencias, en señal del que tiene a sus perfectos originales, que el Cielo guarde para que gocemos en ejecuciones los felices anuncios de su gobierno.
con que la Santa Iglesia Metropolitana dedicó a Su Excelencia esta breve demostración de su encendido afecto; la cual se escribió en el tarjón que coronaba la portada, en la distancia que había desocupada entre ella y el tablero principal:
Nobilissimo Heroi D. D. Thomae, Antonio, Laurentio, Emmanueli de la Cerda, Manrique de Lara, Enriquez, Afan de Ribera, Porto‐Carrero et Cardenas, Comiti de Paredes, Marchioni de la Laguna.
Nobilissimo Equestris Ordinis Alcantarae, Commendatori de la Moraleja, Supremi et Maximi Senatus Bellici Regio Consiliario: Aequitate, prudentia, et fortitudine conspicuo: Praeclarissimo Novae‐Hispaniae Proregi: Meritissimo eiusdem Generali Duci: Supremo item Regii Areopagi Praesidi: Belli et Pacis Arbitro potentissimo: Religione, pietate, iustitia celeberrimo.
Magnanimitate, Sapientia, et Fortitudine munitissimo: Omniumque virtutum dotibus ornatissimo: NEPTUNO suo tranquilissimo: Faventissimo numini, Servatori maximo, Protectori optimo, Patri indulgentissimo:
Metropolitana Imperialis Mexicana Ecclesia huncp. 375 obsequii, et vivi amoris obeliscum, hanc communis gaudii publicam tesseram, hoc perennaturae felicitatis votum auspicatur.
Animo, mente, et corde promptissimo erigit, dicat, consecrat, offert.
Ya queda ajustada la grande similitud y conexión que hay entre nuestro Excelentísimo Príncipe y el Padre y Monarca de las Aguas, Neptuno; en cuya conformidad, se copió en el principal tablero (que fue el que coronando la portada era vistoso centro de los demás), a toda costa de poderoso y a no menos visos de deidad, la sagrada de Neptuno, acompañado de la hermosa Anfitrite, su esposa, y de otros muchos dioses marinos, como lo escribe Cartario, citando a Pausanias: Maxima pars Neptuni comitum in quodam templo, quod est in agro Corinthio (ut Pausanias refert) cernebatur, ubi is una cum Amphitrite sua uxore in curru erat; puer quoque Palaemon Delphino innixus visebatur; equi quatuor currum trahebant; Tritones duo erant ad latus; in basi media, quae currum substentabat, mare erat cultum, atque Venus, quae inde emergebat pulcherrimis Nereidibus comitata.
En los rostros de las dos marinas deidades, hurtó el pincel las perfecciones de los de Sus Excelencias, haciendo (especialmente a la Excelentísima Señora Marquesa) agravios en su copia, aunque siempre hermosos por sombras de sus luces, groseros por atrevidos, y cortos por desiguales. Conducían a la deidad cerúlea con su divina consorte, en un magnífico carro, dos caballos marinos; aunque Orfeo dijo que eran cuatro:
Quadriiugum impellens currum summo aequore labens.
Rompían estos nadantes monstruos las blancas espumas, que aumentaban tascando los dorados frenos y matizaban con las verdes cernejas de sus pies. Precedía al carro, Tritón, de biforme figura, con su torcida trompa, marino clarín de tantas glorias; divirtiendo los realesp. 376 oídos las músicas Sirenas; y acompañaban obsequiosas a sus dueños las Nereidas, coronando sus verdes cabellos de conchas y perlas; servía a Palemón de bajel la ligereza de un delfín, real insignia del marítimo dios. Finalmente, no olvidó el pincel, en el real triunfo, ninguno de los dioses que en su lista puso el Poeta, cuando explicando el poder del Tridente, dice:
Subsidunt undae, tumidumque sub axe tonanti sternitur aequor aquis: fugiunt vasto aethere nimbi. Tum variae comitum facies: immania cete, et senior Glauci chorus, Inousque Palaemon, Tritonesque citi, Phorcique excercitus omnis; laeva tenet Thetis, et Melite, Panopeaque virgo, Nesaee, Spioque, Thaliaque, Cymodoceque.
Adornaban las cuatro esquinas del majestuoso tablero los cuatro más principales vientos en extraordinarias figuras, semejantes a sus efectos y propiedades, que como súbditos de la misma deidad, crecían la triunfal ostentación. Estaba a la parte septentrional el Aquilón o Bóreas, de rostro fiero, barba y cabello erizado, coronado de escarcha, las alas complicadas del frío, y por pies dos horribles caudas de serpiente. A la meridional, soplaba el Noto o Austro, conducidor de las lluvias, destilándolas de la barba y cabello, coronado de nubes, como lo describe Ovidio: ...Madidis Notus evolat alis, terribilem picea tectus caligine vultum, barba gravis nimbis, canis fluit unda capillis: fronte sedent nebulae, rorant pennaeque, sinusque. A la parte oriental, soplaba el Euro, negro etíope, coronado de un sol, cuyos rayos, por la demasiada vecindad, abrasaban más que iluminaban su atezado rostro, propia semejanza de los naturales por donde pasa. A la occidental, adornaba el galán Céfiro, mancebo gallardo, coronado de flores, vertiendo aromas y primaveras del oloroso seno. Todo lo restante adornaban las vistosas y plateadas ondas del mar, que mezclando con tornasolados visos las blancas espumas a las verdinegras aguas, formaban una hermosa variedad a la vistap. 377 y una novedad agradable a los ojos, por lo extraordinario de su espectáculo vistoso.
El adorno de este tablero sólo miró a cortejar con los debidos respetos y merecidos aplausos, los retratos de Sus Excelencias, y a expresar con esta regia pompa, la triplicada potestad del Bastón, figurada en el Tridente; al cual se puso este mote: Munere triplex. Y abajo, en el tarjón de su pedestal, que sustentaban con dos bandas dos hermosas figuras, se escribió de bien cortadas airosas letras este soneto:
Como en la regia playa cristalina al Gran Señor del húmedo Tridente, acompaña leal, sirve obediente a cerúlea deidad pompa marina; no de otra suerte, al Cerda heroico inclina, de almejas coronada, la alta frente la laguna imperial del Occidente y al dulce yugo la cerviz destina. Tres partes del Tridente significa dulce, amarga y salada en sus cristales, y tantas al Bastón dan conveniencia: porque lo dulce a lo civil se aplica, lo amargo a ejecuciones criminales y lo salado a militar prudencia.
Al diestro lado, si no tan grave, no menos lucido, se ostentaba otro tablero, que hacía hermoso colateral al de en medio; en cuyo campo se descubría una ciudad ocupada de las saladas iras del mar: copia de la que en Grecia, según refiere Natal, anegaron sus furiosas olas. Imitaba la valentía del pincel con tanta propiedad la náufraga desdicha de los moradores de ella, que usurpaban la lástima debida a lo verdadero las bien fingidas agonías de su último fin.
Descubríase arriba Juno con regio ornato, en un carro que por la vaga región del aire conducían dos coronados leones, como la describe Cartario: Ea supra duos leones sedebat, altera manu sceptrum, altera fusum gestabat; radiis caput insigniebatur. A su lado estaba Neptuno, a quien afectuosa, pedía socorro para la ciudadp. 378 de Inaco su alumno, dada ya a saco a los marinos monstruos; y el piadoso dios, no queriendo emplear generosas iras en los indefensos griegos (pues, según Plinio, male vim suam potestas alienis iniuriis experitur), apartaba con el poderoso tridente las aguas, que obedientes se volvían a encarcelar con las llaves de arena que les impuso su eterno autor.
Representaba esta inundación la que es continua amenaza de esta imperial ciudad, preservada de tan fatal desdicha por el cuidado y vigilancia de los señores virreyes, y nunca más asegurada que cuando no sólo tiene propicio juez, pero espera tutelar numen en el Excelentísimo Marqués de la Laguna: que si allá (como refiere Natal, tomándolo de Herodoto) formó Neptuno una laguna en que fluyesen las copiosas aguas del Peneo: Scriptum reliquit (dice) Herodotus in Polymnia Thesaios dicere solitos, Neptunum lacunam fecisse, per quam fluat Peneus, nosotros esperamos mejor Neptuno, que contraponiendo la hazaña, forme un río por donde fluya una laguna, en su tan necesario como ingenioso desagüe.
Expresaba el concepto una octava escrita en su pedestal, y en lo superior del lienzo este mote: Opportuna interventio.
Si a las argivas tierras el tridente libres pudo dejar de inundaciones, a cuya causa el pueblo reverente mil en un templo le ofreció oblaciones, queda ya la cabeza de Occidente segura de inundantes invasiones, pues con un templo, auxilio halla oportuno en la tutela de mejor Neptuno.
En el correspondiente lienzo a éste, con no menor gallardía, se descubría un mar; y en medio de sus instables olas, la isla Delos, tan celebrada por sus raros acontecimientos y varias fortunas. Ésta es aquella casta Asteria, cuya belleza vistió de plumas a la deidad de Jove, como lo refiere Ovidio:p. 379
Fecit, et Asterien aquila luctante teneri.
Fue hija de Ceo y nieta de Titán, aunque según otros, hija de éste y hermana de Latona. Conociendo, pues, Asteria el engaño del que, plumado amante, desmentía en semejanzas de ave resplandores de divino y pasiones de humano, se valió del mismo ardid para huir con las alas, de las alas, y resistir con plumas las plumas: cuerdo arbitrio, pues sólo unas a otras pueden impugnarse. Voló en traje de codorniz la castidad, aunque infelizmente ?que no siempre salva la inocencia? cayó en el mar; y como si la virtud fuese culpa, fue condenada a perpetuo movimiento; llamóse Delos, que (según Natal) quiere decir manifestum et apparens.
Y aunque algunos quieren que debiese al mismo Júpiter la quietud; y Macrobio, lib. Satur., cap. 7, dice que Apolo y Diana, agradecidos al beneficio hecho a su madre Latona o por engrandecerla, como a patria suya, la hicieron consistente; Luciano, in Dial. Irid. et Nept., es de contrario parecer, atribuyendo a Neptuno esta piadosa hazaña, como refiere Natal, fol. 963, donde refiriendo el suceso del parto de Latona y celos de Juno, dice: Deinde terra universa iurare coacta est, quod parturienti Latonae locum non concederet, praeter Delum insulam; illa enim, cum esset instabilis per illud tempus sub undis forte delitescebat, quae deinde, cum tempus pariendi Latonae adventasset, utpote non iurata in Latonam, iussa est a Neptuno consistere, et locum parturienti praebere. Y es más consentáneo a razón, que en sus reinos no mandase otro ni se introdujese en su jurisdicción, pues pudiera responderle lo que a Eolo, dios de los Vientos, en Virgilio, Aeneid., lib. I, vers. 142:
Non illi imperium pelagi: saevumque tridentem, sed mihi sorte datum.
Él fue, pues, el que movido a compasión de la infeliz Latona, afirmó con el tridente la movediza isla, sirviendo éste de clavo a su voluble fortuna, para dar estable acogida a la congojada hermosura, a quien sirviendo de Lucina, sola su necesidad, y de arrimo una hermosa palma,p. 380 dio al mundo, y mucho más al cielo, aquellos dos lucientes faroles de Febo y Diana. Así lo afirma Homero en estos versos:
In monte excelso deflexa in vertice Cynthi Inopae ad primas ripas, palmaeque propinqua.
Adórnase en el tablero, la isla, de valientes y vistosos países, copados árboles e intrincados riscos; expresó el pincel con gallarda propiedad la aflicción de Latona en el semblante, como la hermosura en las dos tiernas luces de Febo y Diana; descubríase arriba, majestuosamente adornado, nuestro Neptuno, con el tridente que la afirmaba.
Representaba todo este visto aparato a nuestra Imperial Méjico; y no sé qué más propia copia suya pudiéramos hallar, pues demás de convenirle por su fundamento el nombre de isla, según su definición: Insula dicitur terra, quae undique aquis clauditur, ¿qué más manifestum, et apparens, que la que tantos siglos se ocultó, como en el mar, pues el temor de éste estorbaba su descubrimiento? Y así, parece que se apareció al mundo a merced de Neptuno; pues éste dio paso por sus ondas para poder gozar sus inmensas riquezas, y para que en sus minerales se probase ser patria del Sol y la Luna: pues con tan benignos influjos la adornan de aquellos dos metales primogénitos de sus luces; sin que le falte ni aun el ave en que se transformó el enamorado Tonante por amor de Asteria, pues émula de Roma, tiene por armas una águila imperial; y la mayor grandeza suya gozar los favores de mejor Neptuno en nuestro Excelentísimo Príncipe, con quien espera gozar estables felicidades, sin que turben su sosiego inquietas ondas de alteraciones ni borrascosos vientos de calamidades.
Indicó el pensamiento este mote: Te clavum tenente, non nutabit; y en el pedestal esta letra castellana:
Asteria, que antes por el mar vagante era de vientos y ondas combatida, ya al toque del tridente isla constante, es de Latona amparo y acogida.p. 381 ¡Oh, Méjico, no temas vacilante tu república ver, esclarecida, viniendo el que, con mando triplicado, firmará con las leyes el Estado!
En el cuarto tablero (que fue el inferior de la calle del lado diestro), se pintaron dos ejércitos, con tan gallardo ardimiento expresados, que engañado el sentido común con las especies que le ministraba la ilusión de la vista, se persuadía a esperar del oído las del confuso rumor de las armas. Eran los sangrientos combatientes, griegos y troyanos; que éstos, ya desfallecidos, se retiraban, y aquéllos, más ardientes con la cercanía de la victoria, los seguían: que la próxima posesión pone espuelas aun en el ánimo más remiso. Señalábase en ésta, como en todas las facciones bélicas, el valeroso Aquiles, que con más que varoniles hechos, desmentía los femeniles paños que antes le vistió el materno recelo, y con destemplados golpes del acero hacía más sonoro el clarín de su fama que antes con las delicadas y acordes cuerdas de su lira.
Era el blanco de su furor (por más señalado en el valor) el gallardo Eneas (que siempre el rayo busca resistencia en que ejecutar sus estragos); había Eneas cumplido con todas las obligaciones de hijo de Anquises en defenderse, mas no sé si con todas las de hijo de Venus en ofender; pues ya, a pesar de la vanidad y arrogancia de ésta (de quien dice Sófocles, in Trachiniis:
Magnum quoddam robur Venus, refert victorias semper),
casi cedía rendido al hijo de Thetis, si (como dice Virgilio) no le librara de su furia Neptuno, siempre apostando piedades a las ingratitudes de Troya, y siempre afecto a su conservación, como padre (que, según Quintiliano, mavult pater corrigere, quam abdicare), como él mismo lo refiere a Venus:p. 382
...Saepe furores compressi, et rabiem tantam, coelique, marisque. Nec minor in terris (Xanthum, Simoentaque testor) Aeneae mihi cura tui. Cum Troia Achilles exanimata sequens impingerit agmina muris, millia multa daret letho, gemerentque repleti amnes; nec reperire viam, atque evolvere posset in mare se Xanthus: Pelidae tunc ego forti congressum Aeneam, nec dis, nec viribus aequis, nube cava eripui.
Estaba pintado arriba, con la nube, el auxiliar dios, defendiendo con ella al troyano, y representando, en su piedad, la que celebra la Fama en nuestro excelentísimo héroe, que no contenta con sus bocas, las forma de sus plumas, para llevar a los climas más remotos, no sólo en las voces, pero en las utilidades, las noticias de su piedad: Virtud tan propia de príncipes, que los egipcios ponían en los cetros y reales insignias, una cigüeña sobre un pie del hipopótamo, animal feroz y cruel, para dar a entender que los príncipes han de anteponer la piedad al rigor; y como ésta nunca campea más que cuando se emplea en el que la merece menos, se puso para explicarlo este mote: Sat est videat, ut provideat; y en el pedestal esta décima castellana:
Por más que Eneas troyano tenga a Neptuno ofendido, cuando le ve combatido le ampara su invicta mano. Así, Cerda soberano, la piedad que os acredita ampara al que os solicita, sin buscar, para razón, otra recomendación que ver que lo necesita.
En el tablero de la mano siniestra, correspondiente a éste, estaba Neptuno, tutelar numen de las ciencias (como queda probado en la Introducción), recibiendo en su cristalino reino a los doctísimos Centauros, que perseguidos de la crueldad de Hércules, buscaban socorrop. 383 en el que sólo lo podían hallar, siendo sabios. Fueron éstos los maestros de las ciencias en la antigüedad, como se prueba en Quirón, a cuya doctrina confió Peleo la educación del valeroso Aquiles, como lo dijo Alciato:
...Magnum fertur Achillem in stabulis Chiron erudisse suis;
y Germánico, in Phenomen. Arati:
Hic erit ille pius Chiron, tutissimus omnes, inter nubigenas, et magni doctor Achillis.
También Apolo le entregó a Esculapio para que lo industriase en la medicina y ciencias naturales, en que salió tan aventajado que daba vida a los muertos, como dice Sereno Samónico:
Tuque potens artis, rudos qui tradere vitas nosti, atque in coelum manes revocare sepultos.
Fue también maestro de Hércules, como lo dice Natal: In astronomicis autem rebus magistrum habuit virum sapientissimum, ac optimum Chironem; el cual trata muy despacio de su sabiduría en el lib. 4 Mythol., y Eurípides, in Iphigen. Fue de los antiguos su docta conjetura tenida por espíritu profético; con lo cual predijo a sus compañeros el infeliz suceso de la batalla de los Lapitas, y a Neso la muerte, como refiere Ovidio:
Quique suis frustra bellum dissuaserat augur, Astylos. Ille etiam metuenti vulnera Nesso: Ne fuge, ad Herculeos, inquit, servaberis arcus.
Llamáronse Centauri, y es como si dijéramos Cencitauri, según afirma Bolduc de los caldeos. Fueron los Cineos discípulos del primer sabio Enos, por cuya contemplación se llamaron Enocei; y después con el transcurso del tiempo corrompido el vocablo, quedó en Cenci; y porque se coronase su nombre con el de su sabiduría (según queda probado ser el toro símbolo de ella), añadieron el tauri, con sabia providencia, como si dijéramosp. 384 Cineos Doctos; que después, quitando las sílabas intermedias (como siempre usan los griegos en los vocablos compuestos), quedó el nombre en Centauros. Fueron éstos (como lo dice Palefato, Natal, y Textor en su Oficina) hijos de la preñez de una nube, de donde se llamaron Nubigenae, como lo dice Virgilio, Aeneid., lib. 8:
...Tu nubigenas invicte bimembres;
y en el libro 7, vers. 684:
Ceu duo nubigenae cum vertice montis ab alto descendunt Centauri.
Claro está que siendo sabios, habían de venir de lo alto: Quia omnis sapientia a Domino Deo est. Siendo, pues, hijos de una nube, y siendo el nombre de Neptuno lo mismo (en sentir de San Isidoro) que nube tonans, ¿quién quita que le prohijemos éstos que, así por la etimología de su nombre como por su ciencia, pueden con tanta razón legitimarse por hijos suyos? Éstos (dice Antimaco en su Centauromaquia) no fueron muertos por Hércules, sino que huyeron de su violencia al Mar e Islas de las Sirenas. Así lo afirma Apolodoro, lib. 7 Bibliothecae, hablando de su fuga: Reliquos autem Neptunus excipiens ad eleusinum montem occuluit.
Viva semejanza fueron estos centauros de los primeros invencibles conquistadores de este reino, que con el favor de Neptuno, figurado en las aguas del mar, dejaron burlada la ferocidad de Hércules en su furioso estrecho, tan temido de los náuticos antiguos; el cual se llama entre los latinos Fretum Herculeum, y nosotros lo llamamos Estrecho de Gibraltar; allí fue donde puso aquellas dos tan famosas columnas, Abila y Calpe, que en su sentir, terminaban el Mundo, como lo dijo Dionisio en el libro De Situ Orbis:
Ad fines, ubi sunt erectae forte columnae, Herculeos (mirum) iuxta suprema Gades;
p. 385 donde escribió aquel más desmentido que repetido mote: Non plus ultra, con que quedó ufano de que no se podía pasar adelante.
Pero burlaron su confianza los Centauros, esto es, nuestros españoles ?que por tales fueron tenidos en este reino de los bárbaros indios, cuando los vieron pelear a caballo, creyendo ser todo de una pieza, como dice Torquemada en su Conquista?; los cuales pasaron el tan temido Estrecho de Hércules, con el favor de Neptuno: de los Señores Cerdas, dueños de aquellos puertos, y de nuestro Excelentísimo Señor Marqués de la Laguna, Gobernador del Presidio de Gibraltar con todos los ejércitos y costas de la Andalucía.
Púsose en lo superior del lienzo este mote: Addit sapientia vires; y en su pedestal esta décima:
De Hércules vence el furioso curso Neptuno prudente: que es ser dos veces valiente ser valiente e ingenioso. En vos, Cerda generoso, bien se prueba lo que digo, pues es el mundo testigo de que en vuestro valor raro, si la ciencia encuentra amparo, la soberbia halla castigo.
En el sexto lienzo (que fue el último de la calle de la mano diestra), se copió un cielo con todo el hermoso ornato de que su divino Autor lo enriqueció. En el cual, el Júpiter del Mar (así lo llamó el Virgilio Cordobés: Del Júpiter soy hijo, de las ondas, en su, de todas maneras gigante, Polifemo); pintóse, pues, Neptuno, colocando en el cielo al Delfín, ministro y valido suyo y embajador de sus bodas, cuya elocuente persuasiva inclinó los castos desvíos de la hermosa Anfitrite a que admitiese la unión del cerúleo dios. Dícelo Natal con estas palabras, hablando de este suceso: Uxorem habuit Amphitritem quam, cum deperiret, neque in amorem sui ullo pacto posset allicere, Delphinum misit, qui eamp. 386 sibi conciliaret, persuaderetque, ut maritum Neptunum aequo animo ferret. Id cum Delphinus impetrasset, ad perpetuam tanti beneficii memoriam dicitur Delphini signum inter sydera relatum. Y cita a Arato, para dar a entender el lugar en que fue colocado y las estrellas de que consta esta constelación, que son nueve, según refiere:
Tum magni currens Capricorni corpora propter Delphinus iacet haud nimio lustrata nitore, praeter quadruplices stellas in fronte locatas; quas intervallum binas disterminat unum.
Lo cual fue premio de su embajada, o (según Sánchez Brocense, in Alciat., Emblem. 89; Natal Comit., lib. 8, cap. 14) por la piedad y humanidad que usó con Arión, sacándole en su espalda libre del naufragio, como lo dice Ovidio, 2 Fast.:
Di pia facta vident: astris delphina recepit Iupiter, et stellas iussit habere novem.
Sea por uno o sea por otro, cualquiera de las dos acciones es muy digna de premio; pero excedió al mérito la recompensa que de la generosa mano de Neptuno recibió. Era deidad, y como tal, sabía que el beneficio se ha de satisfacer con ventajas, pues en sentir de Séneca, ingratus est, qui beneficium reddit sine usura; y que no se ha de pagar sólo con la medida que se recibe, si es posible agrandarla, como dice Cicerón: Eadem mensura reddere debes, qua acceperis, aut etiam cumulatiori, si possis. Y pudiendo él, como deidad, todo cuanto quería corto quedara si no le diera tan magnífico premio: que por grande que parezca una recompensa, siempre tiene el que obró primero la ventaja de la anticipación; y ésta nunca puede satisfacerse, porque nunca el beneficiado puede tener el mérito del obrar libre; y así, siempre dista uno de otro lo que va de dar a pagar.
Tenía, a más de esto, el Delfín prendas que no deslucían la dignidad en que le constituía Neptuno, que a carecer de ellas no se librara el príncipe de imprudente, aunque se ostentara agradecido; pues según Cicerón, benefacta,p. 387 male collocata, malefacta sunt. Y como la elección de los ministros es la acción en que consiste el mayor acierto o desacierto del príncipe, no fuera tolerable el yerro en tan grave materia; pues según siente Plinio el Menor, es tan grande el daño que los malos ministros causan, que dice: Melior respublica est, in qua princeps malus, quam amici principis mali.
No era de éstos el Delfín, sino muy consumado en prudencia e ingenio, como se conoce en el buen fin que dio a su embajada y en la piedad que mostró con Arión: indicios todos de tener todas las partes que necesita un ministro para obrar rectamente; porque, lo primero dice de él Plinio que es ligerísimo: Velocissimus omnium animalium Delphinus, velocior volucre, acrior telo. ¿Pues qué mejor prenda para un ministro, que la presteza en la expedición de los negocios que están a su cargo? Y más cuando es con la justa ponderación de cada cosa, sin que por la aceleración se incurra en el defecto de no entender bien todas las circunstancias del negocio que se trata.
No faltó esta prudencia al Delfín, pues refiere Pierio Valeriano que Augusto César traía por empresa un delfín rodeado a una áncora, con mote que decía: Festina lente; explicando la prisa que se debe tener en la ejecución, y el espacio en la consideración de los negocios. Alciato, Emblem. 20 a quien puso por título Maturandum, enseña esta doctrina con elegancia, en una rémora asida a una saeta:
Maturare iubent propere, et cunctanter omnes, ne nimium praeceps, neu mora longanimis. Hoc tibi declaret connexum echeneide telum: Haec tarda est, volitant spicula missa manu.
Y Horacio, lib. I, Satyr. 1, dice casi la misma sentencia:
Est modus in rebus: sunt certi denique fines, quos ultra citraque nequit consistere rectum.
Y de nuestro Salomón Español, el muy prudente Señor Don Felipe Segundo, se cuenta haber dicho en una ocasión a los que le vestían: Vestidme despacio, que estoyp. 388 de prisa. Digna sentencia de su real ánimo, y digna de ser norma de todos los príncipes.
Conque queda probado que era el Delfín muy digno de la honra que recibía; pues aunque era mucha la altura a que ascendía, nihil tam altum natura constituit, quo virtus non possit eniti.
Conque quedó muy acreditada con tal elección la prudencia de Neptuno: que ésta es propiamente virtud de pechos reales, como dijo Aristóteles: Prudentia est proprie virtus principis. Y Séneca dice que se acredita a sí mismo el que honra al digno: Beneficium dando accepit, qui digno dedit.
Representaba todo este hermoso aparato, la liberalidad y cordura tan notoria en Su Excelencia, de cuya noticia está tan lleno todo el Orbe; y las felicidades que este reino se promete en su tranquilísimo gobierno. Púsose este mote en el acostumbrado lugar: Dignos ad sydera tolles; y en el pedestal este Epigramma,
Clarus honor coeli, mirantibus additur astris. Delphinus, quondam gloria torva maris. Neptunum optatis amplexibus Amphitrites nexuit, et meritum sydera munus habet. Talia Magnanimus confert Moderator aquarum praemia: Neptunum, Mexice, plaude tuum. Delphinus Ponti ventorum nuntiat iras, cum vario ludens tramite scindit aquas; coeli Delphinus fixo cum sydere fulget, omnia felici nuntiat auspicio.
En el séptimo lienzo (que fue el superior de la calle siniestra), se copió la gloriosa y célebre competencia que nuestro Neptuno tuvo con Minerva sobre poner nombre a la ciudad de Atenas, como lo refiere Plutarco, a quien sigue Natal con toda la escuela mitológica. Era Atenas centro y cabeza no sólo del mundo, sino de las ciencias, y llamada doctissima, como la llamó Ovidio en una de sus Epístolas:
Atque aliquis doctas iam nunc eat, inquit, Athenas.
p. 389 Y como en las competencias de ingenio, nihil difficilius quam cedere alteri, fue necesario que todo el coro de los dioses asistiese al docto desafío; porque aunque dice Cicerón: silent leges inter arma, no sucede así en las guerras del entendimiento; porque como las leyes no son otra cosa que sus mismos discursos, ordenados conforme a la recta regla de la razón e igual sindéresis; y como es cierto que vexatio dat intellectum, nunca más fecundo los produce que cuando, con el calor de la disputa, se mueven y representan las especies que estaban más remotas y escondidas; pues como era de esta calidad (y no de las que dice Platón: propter pecuniarum possessionem omnia praelia fiunt), fue necesario que la atendiesen y juzgasen los doctos.
Redújose la ingeniosa contienda a demostración, que es mejor testigo de los méritos; y entonces, hiriendo la tierra con el tridente el gran Neptuno, salió un soberbio caballo, despreciando la tierra que le había producido y anunciado guerras con sus sonorosos relinchos, como dice Lucano con su acostumbrada elegancia:
Primus ab aequorea percussis cuspide saxis, Thessalicus sonipes, bellis feralibus omen.
Siguióse la demostración de la diosa, y fue una hermosa oliva, dando verdes anuncios de paz en sus floridos ramos, como lo dice Natal, citando a Plutarco: Quippe cum eo tempore equum invenisse dicatur; cum in Areopagum cum Minerva in contentionem descendit, de nomine Athenis imponendo, cum ipse equum hominibus, Minerva olivam munus attulit. Pareció a los jueces digna de la victoria la Docta Diosa; y el mismo Neptuno le cedió el triunfo, cumpliendo con la obligación de docto y cortesano, quedando él más triunfante con el rendimiento, que ella con la victoria; tomando el consejo de Ovidio:
Cede repugnanti, cedendo victor abibis.
Si ya no es que digamos que ser Neptuno vencido de Minerva, fue vencerse de su propia sabiduría, entendiéndolap. 390 en ella; pues aunque la común opinión es que nació de la cabeza de Júpiter, como afirma Procelio, lib. de Amor:
At Pallas magni Iovis orta cerebro;
y Homero: Iovis filia gloriosa Tritonia; Alciato también lo dice en un Emblema:
An quia sic Pallas de capite orta lovis?
y Lucano:
Hanc et Pallas amat, patrio quae vertice nata;
y otros sin número. Pero contra estas autoridades, dice Natal, citando a Pausanias, in lib. Mythol.: Scriptum reliquit Pausanias in Atticis, Minervam Neptuni, et Tritonidis Paludis filiam fuisse. Y Herodoto repite las mismas palabras. De donde se puede inferir que decir que Neptuno engendró a Minerva fue decir que fue sabio y que como tal produjo actos de sabiduría; y decir que fue de ella vencido, no fue más que decir que se sujetaba a las reglas de la razón, que es la verdadera libertad, como lo afirmó Plutarco: Rationi servire vera libertas est; y vencer, como lo hacen todos los sabios, la parte superior del hombre a la inferior, refrenando sus ímpetus desordenados. Quizá para darnos a entender esto, fingieron ser caballo el vencido y oliva la vencedora.
Y que ésta sea símbolo de las ciencias, se colige de Natal, donde dice: Cum vero olivae fructus ad omnes artes sit accommodatus, oleum scilicet. Omnes denique artes Minerva invenisse creditur, nam profecto nulla est fere ars, quae non olivae beneficio utatur. Y compruébase con lo que dice Herodoto, que cuando el Oráculo de Apolo mandó a los de Epidauro hacer aquellas estatuas, preguntando si serían de oro o plata, respondió que no, sino de oliva; porque como dios de las ciencias, se debía de agradar en el árbol que las simbolizaba; y añade el mismo Herodoto que sólo había olivas en Atenas: quizá por eso, sólo en Atenas había ciencias.
p. 391Pues que el caballo sea símbolo de la parte animal del hombre, dalo a entender en uno de sus jeroglíficos Pierio, que tiene por título: Fraenata ferocitas, donde dice: Vulgatissimum est illud argumentum, hominem invicto, ferocique animo imperio tamen, et rationi obsequentem, hieroglyphice per fraenatum equum significari. Y añade: animal nimirum ferox, atque magnanimum, quod leges tamen subiit, por su innata ferocidad y desasosiego, contrario en todo a la serenidad de la sabiduría. Y así, Homero pintó a Marte en un carro que lo tiraban caballos, para significarlo sanguinolento y furioso.
Con lo cual queda probado que en Neptuno fue hazaña y no cobardía el ser vencido: pues no era otra cosa Minerva, que su propio entendimiento, a quien sujetaba todas sus acciones para conseguir doblada victoria; pues, según Séneca, bis vincit, qui se in victoria vincit.
Y el ser una cosa Minerva y Neptuno, aunque debajo de diversos respectos, se prueba en que se les atribuían unas mismas cosas; pues siendo el toro sacrificio de Neptuno (como lo dijo Homero:
Cyanaeos crines taurus mactetur habenti),
se lo sacrificaban también a Minerva, como lo dice Natal, el cual dice que era éste, o una vaca, su víctima; y lo comprueba Ovidio:
...Mactatur vacca Minervae.
Y siendo dios de los Edificios Neptuno, los atribuyen también a esta diosa; y dice el citado Natal: Haec prima aedificandi viam invenisse dicitur, ut testatur Lucianus in Hermodito: inquit enim fabula, Palladem, Neptunum ac Vulcanum de artificio contendisse, atque Neptunum taurum fabricasse. Palladem excogitasse domum. De donde se colige que Minerva, en este sentido, no es distinta de Neptuno, sino su propia sabiduría.
¿Pues qué más elegante y propia representación de nuestro Príncipe, que uno que alcanzó tan gloriosos vencimientos de sí mismo, y que sujetó tanto a la reglap. 392 de la razón sus acciones, que se preció de ser vencido de su propia sabiduría? Gloríese desde hoy más esta nobilísima ciudad en su Neptuno sabio, pues la gobierna aquel a quien sólo la razón gobierna; pues dice Plutarco: Pessimus est Imperator qui sibi ipsi non imperat; y Erasmo: Necesse est, ut princeps consultorem habeat in pectore.
Explicó algo de este primoroso vencimiento el mote, que fue: Dum vincitur, vincit; y en el pedestal este
Epigramma
Desine, pacifera bellantem, Pallas, oliva, desine. Neptuni vincere, Pallas, equum. Vicisti, donasque tuo de nomine Athenis nomen: Neptunus dat tibi, et ipse suum. Scilicet ingenium melior Sapientia victum occupat, et totum complet amore sui. Si tamen hic certas: Neptunia Mexicus audit, Neptuno, et Palmam nostra Lacuna refert. Gaudeat hinc foelix Sapientum turba virorum: praemia sub gemino Numine certa tenet.
En el octavo y último lienzo (que fue el que coronó toda la montea), se pintó el magnífico Templo Mejicano de hermosa arquitectura, aunque sin su última perfección: que parece le ha retardado la Providencia, para que la reciba de su patrón y tutelar Neptuno, nuestro excelentísimo héroe. En el otro lado, se pintó el muro de Troya, hechura y obra del gran Rey de las Aguas, como lo dice Virgilio en el lib. 9 de la Eneida:
...An non viderunt moenia Troiae Neptuni fabricata manu considere in ignes?;
y el mismo, en otra parte:
...et omnis humo fumat Neptunia Troia.
Si bien Ovidio sintió lo contrario, en la Epístola de Paris a Elena, diciendo:p. 393
Ilion aspicies, firmataque turribus altis moenia apollineae structa canore lyrae;
y en otra parte:
Utilius starent etiam nunc moenia Phoebi.
Pero después, concede ser Neptuno quien los edificó en compañía de Apolo:
Inde novae primum moliri moenia Troiae Laomedonta videt, susceptaque magna labore crescere difficili, nec opes exposcere parvas. Cumque tridentigero tumidi genitore profundi mortalem induitur formam, Phrygiaeque tyranno aedificant muros.
Mas por concordar estas opiniones, o porque Macrobio en sus Saturnales, alegando a Higinio, dice que Neptuno y Apolo fueron los penates de Troya (a los cuales llamaron dii magni) y que éstos edificaron juntos los muros, se pintó en el tablero a Neptuno, como dueño principal de la obra, con muchos instrumentos de arquitectura, y a Apolo con la lira, a cuyo son obedientes, contra su natural inclinación, que es tendere deorsum, se levantaban las piedras a componer la misteriosa fábrica, ayudando con su dulzura al soberano arquitecto Neptuno.
Explicólo el mote, que fue: Construit imperans, sed suavitate comite; y en el pedestal, esta octava:
Si debió el teucro muro a la asistencia del gran Neptuno fuerza y hermosura, con que al mundo ostentó, sin competencia, el poder de divina arquitectura; aquí a numen mejor, la Providencia, sin acabar reserva esta estructura, porque reciba de su excelsa mano su perfección el templo mejicano.
Las cuatro basas y dos intercolumnios de los pedestales se adornaron de seis jeroglíficos, que simbólicamente expresasen algunas de las innumerables prerrogativas que adornan a nuestro esclarecido príncipe; y por nop. 394 salir de la idea de Aguas, se previno deducirlas y componerlas todas de empresas marítimas; quizá porque siendo de aguas se asimilan más con su claridad a sus ínclitas virtudes y heroicas hazañas.
Tuvo Neptuno muchos templos consagrados a su deidad, y todos famosos. El más célebre fue el que estaba en el Istmo, como refiere Cartario, en el cual (como ya queda dicho) estaba Neptuno con su esposa Anfitrite, a quienes acompañaban todos los dioses marinos, que como feudatarios a su suprema deidad, le acompañaban obsequiosos. Tuvo otro templo (según el mismo Cartario, citando al divino Platón) entre los atlánticos, de no menor ostentación, pues dice que estaba en él la estatua de este dios de tan eminente estatura, que llegaba con la cabeza a las bóvedas del templo: Tamque ingens erat (dice) ut capite altitudinis templi fastigium contingeret.
De otro muy célebre hace memoria el mismo autor, que hubo en Egipto, en el cual estaba, como alumno suyo, pintado el dios Canopo, que (según dicen) había sido piloto de Menelao, como refiere Cornelio Tácito; y por haberle dado sepulcro en aquella ciudad, se llamó también ella a honor suyo Canopo. Al cual, porque fue doctísimo en la náutica, dieron adoración; y con él alcanzaron aquella docta victoria de los caldeos, cuyo dios era el Fuego, a quien venció Canopo, por ser de Agua.
Copióse como lo describe Cartario diciendo: In quodam templo Neptuni, quod erat in Aegypto, Canopus Menelai nauta colebatur; qui post mortem in astra translatus dicebatur. Eius effigies erat crassa, brevis, et quasi rotunda, collo obtorto, brevissimis cruribus. Pintóse sobre una hoguera, cuyas llamas invisiblemente extinguía, aludiendo a la victoria ya referida; y aplicándose a que los héroes excelentes, cual lo es nuestro heroico príncipe, no sólo triunfan y vencen en sus personas, mas aun en las de sus ministros, que en nombre suyo consiguen en la paz y en la guerra gloriosos triunfosp. 395 con el aliento que les influye el príncipe, púsose este mote: Sufficit umbra; y más abajo esta redondilla:
Bien es que al fuego destruya Canopo por sutil modo; que para vencerlo todo, bastaba ser sombra tuya.
Sabida es la historia de los Gigantes, que (dejando lo historial, en que se funda, como que fuese aquel soberbio Nembrot su caudillo para asaltar el Cielo) dicen los mitológicos haber hecho guerra a los dioses; como lo dice Eusebio Cesariense, y Josefo, y lo toca Ovidio, diciendo que eran hijos de la Tierra:
Terra feros partus, immania monstra, Gigantes edidit, ausuros in Iovis ire domum;
y Lucano:
Aut si terrigenae tentarent astra Gigantes.
Pero Homero los hace hijos de Neptuno y de Ifimedia:
Uxor Aloei post hanc est Iphimedia visa mihi; quae Neptuno duo pignora magno edidit: hi parvi sunt primo tempore nati, Otus divinus valde inclytus inde Ephialtes.
Atribuyéronselos a Neptuno, porque (como dice Natal, citando estos versos:
Elatos animo enim omnes, et omnes strenuos filios, et amicos dicunt, et amatos a Neptuno)
todos los de generosos y altos ánimos, se juzgaba ser hijos de este dios.
Y si ningunos son más propios hijos del hombre que sus pensamientos ?no sólo por la naturaleza más noble del alma, que los produce, sino también por el modo de generación más absoluta: pues en la corporalp. 396 siempre un padre lo es a medias, partiendo precisamente con la madre la mitad de la propiedad de los hijos; lo cual no sucede en los conceptos del alma, sino que plenamente son suyos, sin mendigar para su producción favor ajeno?, con cuánta razón podremos decir que nuestro Príncipe es padre de pensamientos gigantes, que con mejor título que los fabulosos hijos de Neptuno, arrebatan el Cielo. Pues si éste, en las sagradas letras, padece fuerza y lo arrebatan los animosos, a ninguno mejor que a Su Excelencia toca este tan glorioso asalto.
Pintóse, para expresar el concepto, un cielo, a quien arrebataban unas manos, y un mote que decía: Aut omnia, aut nihil, y más abajo esta quintilla:
Romper el cerúleo velo pretenden siempre constantes: que en tu católico celo, tus pensamientos gigantes no aspiran menos que al Cielo.
Que el mar sea mayor que toda la tierra, es cosa tan sabida que no necesita de prueba, pues para que ésta se descubriese, fue necesario que Dios mandase al mar que se retirase: Congregentur aquae, quae sub coelo sunt, in locum unum, et appareat arida; y así se dice estar las aguas del mar más altas que toda la tierra.
Y entre los antiguos fue tenida por cosa tan sagrada, que no osaban echar en ella cosa inmunda; y dice Cicerón que cuando en el Tíber echaban algún malhechor, no lo echaban desnudo, porque no contaminase las aguas; Noluerunt nudos in flumen obiicere, ne cum delati essent in mare, ipsum polluerent; quo caetera, quae violata sunt, expiari puntatur. Y así, en los sacrificios usaban de agua del mar para purificar pecados; de donde se infiere la grande dignidad de Neptuno en ser dios de aquellos tan dilatados y nobles reinos y de tanta muchedumbre de vasallos, tan admirables y varios, que dice el Eclesiástico: Qui navigant mare, enarrent pericula eius; et audientes auribus nostris admirabimur.p. 397 Illic praeclara opera, et mirabilia: varia bestiarum genera, et omnium pecorum, et creatura belluarum. Y Plinio dice que hay en él muchas diferencias de animales y árboles; y que no sólo no carece de ninguna cosa de las que hay en la tierra, pero que las tiene más excelentes: Rerum quidem, non solum animalium simulacra esse, licet intelligere intuentibus, uvam, gladium, serras, cucumim, et colore, et odore similem.
Y fue tan grande la reverencia que le tenían, que no sólo creyeron que podía limpiar pecados, pero que comunicaba un cierto género de divinidad; así que con ella se purificó la porción de humano, Glauco:
Di maris exceptum socio dignantur honore, utque mihi, quaecumque feram mortalia demant, Oceanum, Tethymque rogant. Ego lustror ab illis et purgante nefas novies mihi carmine dicto, pectora fluminibus iubeor supponere centum. Nec mora, diversis lapsi de partibus amnes; totaque vertuntur supra caput aequora nostrum. Quae postquam redeunt, alium me corpore toto, ac fueram nupex, nec eundem mente recepi. Hactenus acta tibi possum memoranda referre, hactenus et memini, nec mens mea caetera sensit.
Aludiendo, pues, a esta grandeza del mar, cuyo Señor es nuestro Príncipe, se pintó un mundo rodeado de un mar, y un tridente, que formando diámetro a todo el globo, lo dividía; con este mote: Non capit mundus; y esta letra:
El mundo solo no encierra vuestra gloria singular, pues fue a dominar el mar, por no caber en la tierra.
Ningún gobierno puede haber, acertado, si el príncipe supremo que lo rige no impetra sus aciertos de la suma sabiduría de Dios. Y dejando los muchos ejemplos que de esto se hallan en las divinas letras, aun entre la ceguedad del gentilismo se hallan muchos de religión, enp. 398 que los príncipes pedían socorro a sus deidades para la dirección de su gobierno.
Así, afirma Lucio Floro, lo hacían en Roma, donde antes de entrar en el Senado, el príncipe hacía muchos sacrificios a sus dioses, como afirma haberlo hecho César el día que le mataron; pues la religión y piedad no sólo sirve de ejemplo a todos, como dice Valerio Máximo: Exemplum multum ad mores profuit; y Claudiano, hablando de la misma materia:
Regis ad exemplum totus componitur orbis;
pero sirve para establecer y afirmar el Estado, como lo dijo Séneca: Ubi non est pudor, nec cura iuris, sanctitas, pietas, fides, instabile regnum est. Y Aristóteles: Non contingit, eum bonum principem agere, qui sub principe non fuit; que aunque él lo entendió de otro hombre, nosotros podemos entenderlo del que es Rey de los Reyes y Señor de los Señores. Y siendo así, que sólo del Cielo viene el acierto, ¿quién mejor podrá esperarlo que nuestro cristianísimo Príncipe, siempre atento a los divinos auxilios, con cuyo favor han sido todas sus acciones tan heroicas que pueden ser ejemplar a todos los venideros?
Simbolizó este intento un navío, en que se figuraba el gobierno, entre las ondas de un mar. Pintóse en él Neptuno, que gobernando la proa con las manos, tenía fijos en el Norte los ojos; con un mote que decía: Ad utrumque; y la letra castellana:
Segura en ti, al puerto aspira la nave del gobernar; pues la virtud que en ti admira, las manos lleva en el mar, pero en el Cielo la mira.
Fue el mar, en sentir de los antiguos, la fuente de las más célebres y famosas hermosuras; de cuyas espumas salió la hermosa Venus, como ella misma dijo en Ovidio, 4 lib. Metamor.: p. 399
...Aliqua et mihi gratia ponto est, si tamen in medio quondam concreta profundo spuma fui;
y en la Epístola de Dido a Eneas:
Praecipue cum laesus amor, quia mater amorum nuda Cythereis edita fertur aquis.
Y Juan Boccaccio, traduciendo a Virgilio:
E giusto, Cytherea, che ne mei regni tu te confidi, essendo in quelli nata.
Y generalmente lo sienten así todos, atribuyéndole a ésta todas las glorias de las otras Venus, y dándola el Imperio de la hermosura.
Nació también del mar la hermosa Galatea, a quien su amante Polifemo dijo en Ovidio todas aquellas hermosas comparaciones:
Candidior folio nivei Galatea ligustri, etc.
Casi las mismas dice también Virgilio:
Nerine Galatea, thymo mihi dulcior Hyblae, etc.
Y debió también el ser a sus cristales la hermosa Thetis, madre del valeroso Aquiles; Panopea, Melita, Decerto, Leucotoe, con todo el coro de las Nereidas, de quienes dijo Horacio:
Nos cantabimus invicem Neptunum, et virides Nereidum comas.
Nació también de él otra casi infinita copia de ninfas, por lo cual lo llamó Marcial, Casa de las Ninfas:
Nympharum pariter, Nereidumque domus.
Finalmente, fue el mar una cifra de todas las bellezas en lo fabuloso; y en lo verdadero, es madre y principio de todas las aguas: pues habiéndolas su Criador Eternop. 400 mandado juntar a todas en un lugar, precisamente salen de allí todos los ríos, fuentes, lagunas, etc., como lo dice el Eclesiastés: Ad locum unde exeunt flumina revertuntur, ut iterum fluant. Y lo mismo creyó la antigüedad, como refiere Natal: Oceanus, qui fluviorum, et animantium omnium, et deorum pater vocatus est ab antiquis.
Y como en la Excelentísima Señora Doña María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, dignísima consorte de nuestro gran Príncipe, admira el mundo, mucho más que la fabulosa Venus, todo el imperio de la belleza; de quien ella misma pudiera con razón decir aquellos versos:
Haec, et caeruleis mecum consurgere digna fluctibus, et nostra potuit considere concha,
no se halló mejor jeroglífico a su hermosura que el mismo Mar, que significa su nombre.
Pintóse éste lleno de ojos, aludiendo a los que forma con sus aguas; con este mote: Alit, et allicit, y esta redondilla más abajo:
Si al mar sirven de despojos los ojos de agua que cría, de la belleza es María Mar, que se lleva los ojos.
Ser la estrella de Venus la más hermosa del firmamento, ella misma lo prueba con sus tan apacibles como lucientes rayos. Ella es la que nos anuncia y trae al Sol, y saliendo del Océano destierra las tinieblas de la noche, como lo dijo el Poeta:
Qualis ubi Oceani perfusus Lucifer unda, quem Venus ante alios astrorum diligit ignes;
y en otra parte:
Nascere, perque diem veniens age, Lucifer, almum;
p. 401 y Claudiano:
Dilectus Veneri nascitur Hesperus.
El cual no sólo es precursor del día en su nacimiento, pero alumbra y alegra la tarde, como lo dice Séneca. Qualis est primas referens tenebras nuncius noctis; y Ovidio:
Hesperus, et fusco roscidus ibat equo;
y Virgilio:
Ite domum saturae, venit Hesperus, ite capellae.
De manera, que vive este nobilísimo astro tan atento al Sol en el Oriente como en el Ocaso; por lo cual los egipcios lo ponían por símbolo del crepúsculo.
Y con más propiedad lo es de una fidelísima esposa, tan unida a su caro consorte en lo próspero como en lo adverso; tan fina en la tristeza como en la alegría; tan amante en la muerte como en la vida. Propia idea de nuestra refulgente estrella, la Excelentísima Señora Doña María Luisa, en quien se hallan todas las propiedades de Lucero, que anuncia con sus rayos serenidades a este reino; Señora del Mar, pues su nombre en el hebreo significa Domina Maris, vel Doctrix, et Magistra Maris. ¿Y de dónde nos podía venir este Lucero clarísimo, sino de España, dicha Hesperia:
Qui nunc Hesperia victor ab ultima?
Y más propiamente de Italia, de quien absolutamente se entiende este nombre, como dice Virgilio:
Est locus, Hesperiam graii cognomine dicunt;
donde tiene origen la nobilísima casa de los Señores Duques de Mantua: aquella tan amada patria de Virgilio, que fue en sus cariños antepuesta a la Imperial Roma, y a quien celebraba con el nombre Galatea: p. 402
Namque, fatebor enim, dum me Galatea tenebat, nec spes libertatis erat, nec cura peculi.
Y con más razón debe ser ahora por madre de tan benigna estrella, que serenando el mar con su belleza, anuncia a este reino felicidades con sus influjos. Pintóse, para expresar el pensamiento, una nave en medio de un mar, y arriba el Lucero, que le influía serenidades; con este mote: Lux Hesperiae Hesperus, y esta letra castellana:
Cuando se llegó a embarcar de Mantua la luz más bella, tener el mar tal estrella, fue buena Estrella del Mar.
Esta fue la corta demostración que esta Imperial Metrópoli consagró obsequiosa al Excelentísimo Señor Marqués de La Laguna, meritísimo Virrey y Capitán General de esta Nueva España; y la idea en que se estrecharon sus gloriosas proezas; librando el Venerabilísimo Cabildo el desempeño de su amor en futuros servicios y actuales peticiones al Cielo para la prosperidad y vida de tanto príncipe; que exceda la capacidad de nuestros deseos. Vale.